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Primavera 2021

Confinamiento y criminalidad en España: un experimento criminológico natural

El conocimiento riguroso y objetivo de los fenómenos humanos y sociales complejos, como es el caso de la delincuencia, no tiene en “los experimentos de laboratorio” su fuente, su método principal para obtener información sustantiva. Por razones prácticas y éticas, la actividad criminal es comúnmente estudiada mediante metodologías quasi-experimentales, correlacionales o simplemente observacionales (Pearl y McKenzie, 2019). Sin embargo, la propia dinámica social puede generar, en ocasiones, ciertos experimentos “naturales” susceptibles de permitir el contraste de hipótesis que no se podrían indagar empíricamente de otra manera. Este es el caso de la actual pandemia por COVID-19. Las exigencias preventivas de la intervención social que se han tenido que aplicar en todos los países del mundo para el control de esta infección generalizada han afectado a una de las principales características de las sociedades humanas: las relaciones sociales e interpersonales que, además, como distintas teorías criminológicas proponen, son un componente principal de la génesis del delito (Redondo y Garrido, 2013).

El hecho más significativo de las medidas preventivas adoptadas por todas las administraciones gubernamentales ha sido el confinamiento de los ciudadanos, con un mayor o menor grado de limitaciones sociales tales como las fuertes restricciones de movilidad personal y de vehículos, los toques de queda, y otras limitaciones de derechos individuales como, por ejemplo, el derecho de reunión, etc… Muchos estados han tenido que aprobar leyes de alarma y de excepcionalidad para poder aplicar esas restricciones. Como resultado de todas estas medidas se ha producido una drástica reducción de la vida social en todos los planos de la cotidianidad. Pero ¿qué efectos han tenido estas importantísimas restricciones de la vida social en la criminalidad?

El objetivo de esta breve reflexión es efectuar una aproximación cuantitativa a la evolución de la delincuencia en España que pueda haber resultado del “experimento natural” que representó el primer confinamiento al inicio de la pandemia del COVID-19. La hipótesis de partida es que los delitos cometidos en España durante la vigencia de dicho confinamiento habrían experimentado cambios intensos, derivados de la reducción brusca y drástica de las relaciones interpersonales en el medio social “in vivo”. En la tabla que presentamos a continuación resumimos los principales cambios observados en la magnitud de diversos delitos, contrastados los datos correspondientes a 2017 y 2020. Estos datos proceden de fuentes oficiales (policiales y judiciales) y han sido elaborados aquí para la finalidad de este análisis.

Delitos que han disminuido
Tasa general de delitos 73.8% (mayor reducción en zonas urbanas: 80.3% en Cataluña y 84.1% en Madrid)
Tasa de delitos contra la propiedad De 56,460 (mismo período de 2019) a 10,628 (en confinamiento)
Tasa de delitos”en la calle” 80%
Robos 90.18%
Robos de vehículos 69%
Delitos de conducción/tráfico 80%
Fraudes y estafas 86.6%
Ocupación ilegal de viviendas/edificios 79.7%
Delitos de odio 73.1%
Asesinato de mujeres por sus parejas De 4-5 al mes a un total de 5 en tres meses de confinamiento
Delitos cometidos por adolescentes Reducción drástica, según la declaración efectuada por el Fiscal delegado del ámbito de menores
Detenciones policiales (dos primeras semanas de confinamiento) 77.94 %
Delitos cuya topografia ha variado
Tráfico de drogas Taxis, mensajeros…
Delitos que han aumentado
Ciberdelitos de violencia doméstica Aumento de llamadas telefónicas a la policía y los servicios de emergencias
Fraudes por Internet, ciberbulliyng, grooming sexting, “malware”, delitos de odio “online”… Incrementos de estos delitos en el “ciberespacio”
Detenidos/denunciados por resistencia a la autoridad y desobediencia (a requerimientos policiales para cumplir las limitaciones sanitarias) 519%

Tabla: Variaciones de las tasas de criminalidad y confinamiento (2020)

Es bien sabido que España tiene, en general, un bajo nivel de delincuencia en el marco de los países europeos (Cid, 2020). Estas bajas tasas de criminalidad se ejemplifican a continuación a partir de tres tipos de delitos (correspondientes a 2017): delitos contra la propiedad, homicidio y robo de vehículos. La unidad de comparación serán las detenciones por cada 100.000 habitantes. La tasa de criminalidad contra la propiedad en España fue de 144 en 2017 (el país europeo con mayor tasa por estos delitos fue Bélgica, con 167). En cuanto a los homicidios, la tasa más alta de Europa fue la de Letonia, con un valor de 5,6 homicidios anuales por cada 100.000 habitantes. En cambio, España se calculó  una tasa de 0,7 homicidios al año por cada 100.000 habitantes, que se encuentra entre las más bajas de Europa y del mundo. En cuanto al delito de robo de vehículos, la tasa más alta de la UE fue la de Luxemburgo, con 328 robos por 100.000 habitantes, con contrasta drásticamente con la de España, que fue de 69.

¿Qué sucedió con la delincuencia durante el primer confinamiento y la aplicación de medidas extraordinarias de control de los desplazamientos y las relaciones sociales, entre abril y junio de 2020? Era fácil presuponer que los importantes cambios producidos en la dinámica social, en cuanto a la interrupción de la producción industrial, el comercio, la disminución radical de los viajes y los intercambios turísticos, podrían resultar en una disminución global de las tasas de criminalidad (Redondo, 2015; Stickle y Felson, 2020). Y, en efecto, los datos de la Policía española reflejan una reducción generalizada de algunos delitos durante dicho período. Por ejemplo, los delitos callejeros decayeron abruptamente, hasta en un 80%, incluidos todos los delitos asociados con las actividades de ocio y turismo. Así, probablemente esta disminución de los delitos puedo haber sido una consecuencia directa del cierre generalizado de los lugares de entretenimiento y de la ausencia casi absoluta de turistas. Asimismo, el dramático descenso de personas que utilizaban el transporte público (metro, autobús, trenes) también se asoció con una reducción significativa de la delincuencia en estos contextos. Las infracciones relacionadas con la conducción también disminuyeron considerablemente durante el encierro (hasta un 80%), en probable asociación con la caída radical del tráfico rodado.

En cambio, otros delitos no decayeron, sino que variaron en su topografía para adaptarse a las circunstancias sociales de la pandemia. Por ejemplo, durante el confinamiento el narcotráfico ha improvisado nuevos procedimientos de distribución y venta de drogas (utilizando para ellos servicios de mensajería, taxistas…). Asimismo, algunos robos se canalizaron a farmacias y supermercados (que estaban abiertos como servicios esenciales) en reemplazo de otros servicios comerciales o bancarios, muchos de los cuales estaban clausurados.

Al contrario, los delitos que tienen lugar en el espacio «cibernético» experimentaron un enorme crecimiento durante el encierro. Los ciberdelitos asociados a la violencia doméstica también habrían aumentado en general; aunque en esos meses se presentaron menos denuncias directamente en las comisarias, se observó en cambio un incremento de las llamadas telefónicas a los servicios de emergencia y de las intervenciones policiales en contextos familiares. Aun así, algunos ciberdelitos sexuales y de género habrían disminuido. En particular, los asesinatos de pareja disminuyeron en España en esos meses, desde una media previa de 4-5 asesinatos mensuales a un total de 5 asesinatos de pareja producidos durante los tres meses de encierro. No obstante, por lo que se refiere a determinados delitos económicos y otros de cariz cibernético, todavía es pronto para conocer sus posibles magnitudes y efectos, como también suceda probablemente con ciertos delitos sexuales (intra-familiares y comunitarios), ya que muchos de ellos suelen conocerse de forma demorada.

Otros tipos delictivos como las estafas, el «pishing”, el acoso cibernético, el grooming, el sexting, la difusión de «malware», los delitos de odio en línea, y los engaños y «noticias falsas» habrían aumentado debido al incremento del uso de las comunicaciones por medio del ordenador y las redes sociales observado en estos meses de confinamiento. El “ciberespacio” se ha convertido en la nueva realidad del principal intercambio social: un volumen tan elevado de ciber-interacciones probablemente haya favorecido el incremento de estos delitos (Miró, 2012; Redondo, 2015).

La Policía Nacional española publicó el 1 de mayo de 2020 un informe que compara, en primer lugar, las tasas de delincuencia denunciada entre 2019 y 2020, para dos intervalos temporales definidos: del 1 al 13 de marzo y del 14 al 31 de marzo (para 2020, antes del confinamiento y durante el mismo). Los datos muestran un aumento de la delincuencia en 2020 del 8% en el primer período (todavía sin confinamiento) y una disminución del 73,8% en el segundo (con confinamiento), en contraste con los mismos períodos temporales de 2019. La policía de Cataluña también informa que durante el encierro la tasa de delitos denunciados disminuyó en un 80,3% con relación al mismo período de 2019. En contraposición a ello, una vez finalizado el confinamiento, se observó un claro aumento de la criminalidad, aunque no al mismo nivel de delincuencia que había en de 2019 – sólo hasta la mitad de ese nivel anterior – (Mossos d’Esquadra, 2020).

Estos datos muestran que en España la tasa de criminalidad ha cambiado en el contexto de la crisis del COVID-19, de una manera muy sensible (siguiendo un patrón dosis-efecto): donde la epidemia ha sido más grave, los delitos han disminuido más. Por ejemplo, en la región y ciudad de Madrid, donde la epidemia fue especialmente crítica, en los primeros meses de encierro la delincuencia alcanzó una reducción del 84,1%, significativamente mayor que la reducción media en España, del 73,8% (MI, 2020a, 2020b; Policía Nacional, 2020).

Como se esperaba, las mayores disminuciones durante el confinamiento se han producido en los delitos contra la propiedad. Un análisis de dos meses (marzo-abril de 2020) muestra que se denunciaron a la policía 10.628 delitos contra la propiedad, frente a 56.460 denunciados en el mismo período de 2019. Los delitos de fraude y estafa disminuyeron en un 86,6% y los de ocupación ilegal de inmuebles en un 79,7%. Los robos (los delitos contra la propiedad más frecuentes) disminuyeron en un 90,18%, de 23.200 casos conocidos en la segunda quincena de marzo de 2019 a 2.278 durante el mismo período de 2020. En cambio, el incremento en otros delitos menos frecuentes como los de odio fue del 73,1%.

La reducción global del número de delitos denunciados también se reflejó en una disminución de los arrestos policiales: solo se realizaron 12,047 arrestos durante las dos primeras semanas de confinamiento en comparación con los 54,634 producidos durante el mismo período de 2019 (un 77,3% menos). En cambio, los detenidos por resistencia y desobediencia a la autoridad (en general, desobediencia a los requerimientos policiales para cumplir con las restricciones derivadas del estado de alarma) aumentaron durante el encierro en un 519,1% (llegando a 6.700 detenciones).

En este contexto, ¿qué ha sucedido con la delincuencia juvenil (vandalismo, pandillas juveniles, etc.) durante el confinamiento resultante de la pandemia COVID-19? Aunque todavía no existen informes detallados al respecto, hay indicios de que muchos delitos cometidos por menores habrían disminuido. El fiscal encargado de la Fiscalía de Menores en España afirmó que “desde que se declaró el Estado de Alarma en España por la pandemia del coronavirus, la tasa de delitos de menores ha disminuido drásticamente”. Y de forma similar a lo ocurrido en la delincuencia adulta, también hubo un «cierto aumento, durante la primera quincena del confinamiento, de la violencia intrafamiliar cometida por menores, especialmente contra sus hermanos o padres»; así como una disminución de esta violencia en las dos primeras semanas de ausencia de confinamiento (Declaraciones del fiscal a una cadena de noticias de televisión, 26/4/2020).

Así pues, el análisis tentativo aquí realizado sobre la evolución de la delincuencia en España ha mostrado una reducción espectacular de los delitos durante el primer confinamiento de la población en 2020 (de una magnitud del 73,8%), en contraste con el mismo período de 2019 y con los períodos anterior y posterior al confinamiento. Algunas teorías criminológicas y múltiples estudios empíricos han avalado la importancia que tienen los intercambios sociales y las oportunidades delictivas como factores causantes del delito (Stickle & Felson, 2020; Redondo, 2015). Probablemente, la abrupta reducción de los intercambios sociales e interpersonales haya producido una disminución de las oportunidades para los delitos “comunes” en la calle; mientras que el retorno a las relaciones sociales y urbanas (al final del confinamiento estricto) se relacionó con un nuevo aumento de la delincuencia callejera.

En contraste, durante el encierro de la población se operó un aumento de los ciberdelitos, que algunos expertos estiman en torno al 70-80% (Mossos d’ Esquadra, 2020). Así como las oportunidades delictivas para la delincuencia callejera habrían disminuido, el uso masivo de los intercambios por el ordenador y otros dispositivos informáticos (móviles, tabletas…) durante el confinamiento podría haber favorecido mayores oportunidades para ciertos delitos familiares y otros ciberdelitos (al pasarse más tiempo en casa y hacerse un mayor uso de las tecnologías de la comunicación y las redes sociales). En este marco, también podrían haberse incrementado ciertos factores de riesgo criminógenos personales y sociales, como la percepción de un mayor anonimato e impunidad, las mayores necesidades económicas o emocionales de muchas personas, o la influencia y presión grupal; y, paralelamente, podrían haber disminuido determinados factores protectores como, para el caso de los jóvenes, los controles sociales habituales (ausencia física de profesores, más tiempo libre sin supervisión…). Esta combinación de factores de riesgo incrementados y factores de protección disminuidos podría haber contribuido al aumento, por ejemplo, de los delitos familiares y los ciberdelitos.

En síntesis, esta suerte de “experimento natural” que ha resultado del contraste abrupto entre una situación de normalidad social y otra atípica, derivada del confinamiento estricto, nos han permitido comparar lo sucedido con la delincuencia en ambos periodos. A partir de ello se ha podido constatar un fuerte descenso de la delincuencia callejera (de hasta un 70,3% en los primeros quince días de inmovilización social) en delitos como hurto, robo, tráfico de drogas, delincuencia vial, etc.; a la vez que, en oposición, un aumento de los delitos cibernéticos, la violencia familiar, los delitos en el trabajo y en el contexto económico, y de los delitos de odio y terrorismo en que media el entorno cibernético.

Todos estos resultados y observaciones parecen avalar el papel decisivo que puede jugar la interacción entre motivación criminal, intercambios sociales y oportunidades infractoras en la génesis de los delitos (Redondo, 2015; Stickle & Felson, 2020).

Referencias

 

Cid, J. (2020). El futuro de la prisión en España. Rev. Española de Investigación Criminológica. 18(1):1-32.

Miró, F. (2012). El cibercrimen. Madrid. Marcial Pons, Ed.

Pearl,J. y McKenzie, D. (2019) El libro del porque. Barcelona. Pasado y Presente, Ed.

Redondo, S. y Garrido, V. (2013) Principios de Criminología. Valencia. Ed. Tirant lo Blanc.

Redondo, S. (2015). El origen de los delitos. Valencia. Tirant Lo Blanc

Stickle,B. y Felson, M. (2020). Crime Rates in Pandemic: the largest criminological experiment in History. Amer. Journal of Criminal Justice. 45(4):525-536.

Antonio Andrés Pueyo
Antonio Andrés Pueyo

Catedrático de Psicología en la Universidad de Barcelona y Director del Departamento de Psicología Clínica y Psicobiología de la Universidad de Barcelona.

Es investigador del Grupo de Estudios Avanzados en Violencia dedicado a la aplicación de estrategias de prevención de la violencia, el tratamiento de los delincuentes y la predicción del riesgo de violencia.

Santiago Redondo
Santiago Redondo

Catedrático de Psicología y Criminología de la Universidad de Barcelona

Santiago Redondo es Catedrático de Psicología y Criminología de la Universidad de Barcelona y director del Centro de Estudios Avanzados en Violencia. Su investigación se desarrolla en los ámbitos de la evaluación, explicación y tratamiento de la delincuencia juvenil y adulta, la delincuencia violenta y la delincuencia sexual. Ha publicado numerosos artículos científicos, capítulos y libros, entre los que se cuentan Principios de CriminologíaEl origen de los delitos Evaluación y tratamiento de delincuentes. 

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